“Para Sebastian (Vettel) llegará ahora una fase muy interesante en su carrera, cuando no tenga el mejor coche. Será interesante ver su papel, su influencia, su posición, cuando no cuenten con él y tenga que hacerlo (competitivo)”. Las palabras de Ross Brawn el pasado año fueron premonitorias, ademas de servir como patrón de los grandes campeones y recordarnos la dimensión del piloto español tras su victoria de ayer en Sepang.
“Tenemos que darle a Fernando el coche ganador”, volvía a recordar un emocionado Andrea Stella al término de la prueba. Porque pilotos a los que se refiere Brawn trasladan presión y responsabilidad a su equipo, pero también una enorme carga de motivación y energía al responder por encima de las expectativas. Cuando este bucle funciona y se retroalimenta positivamente, llegan los triunfos. Este fue el gran valor de la victoria de Alonso en momentos tan complicados para Ferrari.
"Las cuatro primeras carreras se convertirán en una suerte de etapa montañosa en el Tour, donde lo crucial no es tanto coronar primero como no quedarse descolgado" escribíamos en febrero. Da la risa al pensar que Alonso lidera el campeonato...
Como el tiburón que huele sangre
“Mientras Alonso tenga un volante en las manos, siempre estará ahí, nunca puedes dejar de contar con él”, reconocía Webber en la pretemporada. Es un sello personal ese "relentless" (implacable) que tanto se escucha de él en la prensa británica. Como los tiburones, cuando Alonso huele sangre es difícil que perdone la oportunidad. No desperdició el revolcón que provocó la lluvia a la actual jerarquía de monoplazas en seco. Tampoco, los errores y debilidades de sus rivales. Y lo logró manteniendo la iniciativa, no recogiendo los restos de Red Bull o McLaren.
Con precisión quirúrgica, fue posicionándose hasta situarse en cabeza e imprimir luego sobre el asfalto mojado un ritmo magnífico y clave para la parte final de la carrera. Sin cometer ni un solo error. Pero, admirados ante la gran actuación de Alonso, conviene recordar que el piloto no gana solo. Porque Ferrari escoltó magistralmente a su piloto desde el muro de boxes
La sangre fría con la última parada en boxes
Sin el acierto del equipo, Alonso quizás no hubiera ganado. Porque los hombres de Domenicali acertaron tanto con las llamadas a boxes como con su ejecución. Se marcó a Hamilton en la primera y fue superado al volver a pista. Pero, sobre todo, la segunda fue un ejemplo de sangre fría al calcular el momento exacto para llamar a Alonso. En Ferrari estaba tan pendiente o más de Pérez que de su propio piloto. Le cazaron.
“Desafortunadamente, Fernando paró una vuelta antes, y hacia el final de la carrera, cuando la pista estaba seca, (volvió) a abrir la diferencia”. reconoció Pérez. Ferrari dio justo en el blanco: si Alonso hubiera parado en la misma vuelta o en otra posterior, adiós triunfo. La ventaja de las gomas frescas durante ese giro anticipado permitió al español recuperar un oxígeno vital para las últimas vueltas.
El error de Pérez, y de Sauber
En su remontada posterior, Pérez también castigó sus neumáticos delanteros, y llegó con algo tocado a la estela de un Alonso que, reconocería después, también le esperaba con la escopeta cargada. “Sergio llegó a estar muy cerca, e intenté mantenerme en la línea seca: si hubiera querido pasarme, hubiera tenido que arriesgarse”. Pero antes que Pérez, quizás se equivocó su equipo.
“Checo ten cuidado, necesitamos esta posición”, se escuchó por la radio desde el ansioso box de Sauber. Fue más una muestra de temor que un mensaje de confianza a en momentos tan críticos. Y tras toda una carrera espléndida al ataque, quizás desconcentrado, Pérez se salió de la pista justo después de escucharlo ¿Coincidencia? Solo Checo lo sabe. Además, desde Sauber incluso tuvieron desmentir tras la prueba que tal mensaje fueran “órdenes de equipo”.
Algo sí ha cambiado
“Esto no cambia nada”, recordaba un realista Alonso tras la carrera. Pero el piloto español quizás se equivocaba en algo. Porque la victoria de Sepang ha supuesto un balón de oxígeno hasta el Gran Premio de China. El peor piloto que ayer podía batir a Alonso era, precisamente, Sergio Pérez. De haber ganado, hoy la embarazosa noticia sería otra: un equipo cliente de Ferrari y un pupilo de la Ferrari Driver Academy habrían batido a la propia Scuderia. En Italia hubieran sacado la trituradora.
Pero el colofón de la victoria en Malasia ha de centrarse, sobre todo, en Fernando Alonso. Con su triunfo, supera ya los veintisiete de leyendas como Jackie Stewart. Por delante, solo tiene a Schumacher, Senna, Prost y Nigel Mansell. “Es por lo que está con nosotros”, declaraba Stefano Domenicali al final de la carrera. Porque, como decía Brawn con razón, cuando no se tiene el mejor coche es cuando un piloto también se hace más grande en la Fórmula 1.