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El precio de un sueño




El accidente de María de Villota ha entristecido a toda la familia de la Fórmula 1. Indistintamente de sus cualidades y de si es nuestro piloto favorito o no, cuando a alguno de estos deportistas le pasa algo, los que verdaderamente amamos este deporte sentimos la desgracia como nuestra.

Esta tarde no he podido evitar que algunas lágrimas resbalaran por mis mejillas mientras leía el comunicado de prensa de Marussia “María salió del quirófano del Hospital de Addenbrooke esta mañana después de una larga operación para tratar las severas heridas que había sufrido en el rostro y la cabeza en el accidente en el aeródromo de Duxford. Estamos agradecidos por la atención médica que María ha recibido y su familia quisiera dar las gracias a los equipos neurológicos y cirujanos. De todos modos, con gran tristeza debo informar que María ha perdido su ojo derecho”.

Pero luego he reflexionado sobre ello y me he animado. ¿Cuanta gente sufre accidentes cada día mientras trabaja en una fábrica o en un andamio? Gente para la que seguramente esos trabajos son un simple medio de vida y distan mucho de ser sus pasiones o de ser la culminación de un sueño. Gente que sufre esos accidentes trabajando en algo que simplemente es su fuente de ingresos para alimentar a sus familias. Entonces pensando en como me gustaría abandonar este mundo, la respuesta ha sido evidente. En caso de poder elegir, me gustaría marcharme haciendo aquello que me gusta.

Para un piloto, conducir uno de estos coches a parte de su trabajo, es el motivo por el que viven. Pocos de nosotros nos levantamos cada mañana impacientes por llegar a la oficina… pues los pilotos si lo hacen, cada día despiertan ansiosos de que llegue el momento de volverse a sentar al volante de sus coches. El conducir esos cacharros es aquello que han perseguido desde que eran niños. No vamos a descubrir nada si decimos que los deportes del motor son peligrosos y que al igual que en cualquier otro trabajo existen los accidentes. El problema es que muchas veces las enormes medidas de seguridad de hoy en día hacen que nos olvidemos de esos riesgos y que nos parezca una cosa normal el rodar rodeado de hierros y gasolina a mas de 300km/h.

Entonces, debemos desearle lo mejor a María, enviarle todo el apoyo que podamos, pero no debemos entristecernos, ella estaba haciendo lo que le gustaba, estaba cumpliendo un sueño, ser piloto de un equipo de Fórmula 1. Debemos admirarla, por su arrojo, por sus ganas en que sus sueños se hicieran realidad.

Hay veces en que los sueños tienen un final feliz, otras veces el final es más doloroso. Pero lo importante, es que cada día que nos levantemos persigamos esos sueños, pero no debemos olvidar que los sueños, en ocasiones, tienen un precio…

Tu intención es levantar el ánimo y te doy las gracias por ello. Es verdad que hasta ese día ella estaba recorriendo más o menos el camino que suponemos quería recorrer en la vida, el problema es saber encajar todo esto y salir adelante. Ojalá tenga siempre quien la apoye en todo momento y vea esto como una lección más de la que aprender algo positivo.

A tí María y a todos los que se ven caminando por sendas complicadas: ¡ánimo!