Ha fallecido Sid Watkins, el médico de la F1 desde finales de los años 70 y uno de los grandes responsables de las medidas de seguridad actuales.
Ha fallecido Sid Watkins (1928-2012), el que fue el médico de la F1 desde finales de la década de los 70. Sin embargo, la Fórmula 1 moderna, desde Bernie Ecclestone a todos y cada uno de los pilotos, le deben a mucho a este neurocirujano británico, algunos de ellos, incluso la vida.
Sid Watkins se incorporó como médico de la F1 en 1978, contratado por Bernie Ecclestone, que le ofreció un sueldo de 35.000 libras anuales por cubrir las 16 carreras del calendario. Por aquel entonces sus ingresos no pasaban de las 400 libras mensuales. Sin embargo, Ecclestone le impuso la condición de que se pagaría todos sus gastos personales... Watkins perdió dinero a final de año.
Pero su entrega por la F1 fue total y su trabajo tardó poco en dar resultados. Tras el accidente mortal de Ronnie Peterson consiguió que el helicóptero de rescate estuviese en el circuito durante todo el fin de semana, hasta entonces, solo se utilizaba en el día de la carrera, como si no hubiese accidentes en los entrenamientos. Contó que tuvo que barrer las moscas del suelo que había en la 'cabaña' que tenían en Argentina para atender a los heridos y exigió instalaciones adecuadas en todos los circuitos. Suya fue la idea de recubrir las protecciones de las escapatorias con poliestireno, lo mismo que acondicionar el coche médico, que hasta entonces era un turismo familiar sin asientos traseros del que el anestesista salió disparado, sin poder sujetarse, en el GP de EEUU en el circuito de Watkins Glen.
Sid Watkins se preocupaba por la F1 como si corriesen alguno de sus seis hijos cada fin de semana... Colocó almohadillas en los cuellos de los pilotos, que más tarde se convertirían en el actual y obligatorio HANS, propuso reforzar los chasis, las carrocerías, los cinturones de seguridad y, además, pasó miles de horas vigilando cada vuelta que se daba en los Grandes Premios. Pero no siempre llegó a tiempo... Se quemó las manos en 1982 intentando salvar a Paletti. No lo consiguió.
Tampoco se amedrentó cuando se acercó corriendo a los restos del accidente de Gilles Villeneuve en Zolder en aquella misma temporada. Entubó al piloto y lo mantuvo con vida. Con Gilles en estado crítico ingresado en el hospital de Lieja, tuvo que pasar uno de los peores tragos de su carrera. Las radiografías mostraban una lesión en el cuello insalvable, no había nada que hacer, esperó a que llegase Joanna (esposa de Villeneuve) para decirle que había que desconectar al canadiense de la máquina de respiración asistida.
Cada incidente suponía un paso adelante en la seguridad de la F1, pero por desgracia, algunas soluciones no habían llegado a tiempo.
A Senna lo quiso como a un hijo y Ayrton le quería a él como a un padre. Sid Watkins sintió admiración por el talento del brasileño desde el primer momento y, además, salvó su carrera deportiva casi antes de que empezase. Cuando Senna llegó a la F1 sufrió de parálisis de Bell, una parálisis facial que impide parpadear. En Lotus pidieron ayuda al 'profesor', apodo que los pilotos le habían puesto con cariño, Sid Watkins bromeó antes de actuar: ¿No crees que será mejor si los pilotos pueden mantener los ojos simpre abiertos? Puso un tratamiento de antiinflamatorios a Senna para relajar los nervios faciales y consiguió solucionar el problema.
También pudo calmar a un histérico Ayrton tras el GP de Sudáfrica de 1984, cuando el piloto entró en la clínica con fortísimos dolores en el cuello y la columna. No era más que un problema físico. Senna pensaba que se moría.
Watkins y Senna conversaban, compartían gustos y se apoyaban en los buenos y en los malos momentos. En la clasificación del GP de España de 1990, Ayrton Senna corrió para ver en directo como Watkins salvaba la vida del quebrado cuerpo de Martin Donnelly.
Cuando Watkins llegó al lugar del accidente de Erik Comas en Spa-Francorchamps en 1992, encontró a Senna arrodillado y sujentando el cuello del herido: “He sostenido el cuello de la manera que te vi hacerlo a tí para que no sufriera más daños”. “Es absolutamente maravilloso” contestó Watkins.
Ayrton lloró sobre el hombro de Sid aquel fatídico fin de semana en Imola en 1994 tras el accidente mortal de Ratzenberger (el doctor ya había salvado la vida de un joven Rubens Barrichello en los entrenamientos libres). Watkins y Senna cruzaron unas palabras antes de la carrera, las últimas: “Has sido campeón en tres ocasiones, eres el hombre más rápido del mundo y no tienes nada que demostrar. ¿Por qué no lo dejas y nos vamos a pescar? “Sid, hay algunas cosas sobre las cuales los pilotos no tenemos control. No puedo abandonar. Debo continuar...”
Después llegó la tragedia. Watkins afirmó tras el accidente que los síntomas neurológicos de Ayrton indicaban una lesión fatal en la cabeza, pero su corazón seguía latiendo, así que había que seguir intentándolo, sin suerte: “No soy una persona religiosa, pero cuando Ayrton expiró, sentí que su alma salía de su cuerpo”.
A raíz de aquello, Max Mosley le dio carta blanca para que se incrementara la seguridad de la F1 en todo lo posible. Watkins lo consiguió. Su querido Senna fue el último mártir de la F1. Pero aun así, tuvo que salvar, entre otras vidas, la de Mika Häkkinen en Adelaida en 1995 haciendo una traqueotomía (corte en la traquea) y salvando dos paradas cardiacas junto al muro del choque.
Sid Watkins se retiró de los circuitos en 2005 y el año pasado de la Presidencia del Comité de Seguridad de la FIA. Había salvado muchas vidas (no todas, por desgracia) y había conseguido que la F1 sea un espectáculo seguro, lo que hace que, en cierto modo, el coche con el que todos vamos a trabajar cada día, también lo sea. Gracias 'Profesor'.